BIOGRAFÍA

Con la cuarentena por el Covid19 y el cambio de horario para salir hizo que a principios de abril coincidiera con un señor de 80 años, quien con paso lento y mucha dificultad empujaba un carrito heladero por su casa, a ella le llamó la atención y se acercó para conocerlo. Descubrió que él regresaba de hacer una ruta en la que no logró vender ningún helado.

Muy conmovida y con la intención de ayudar, lo acompañó a la vuelta de la cuadra donde está el depósito. Encontró a más adultos mayores que también trabajan de heladeros y un depósito con una infraestructura muy deteriorada.

Ahí, todos se reunían después de caminar por las calles empujando los carritos, para dormir en cartones que colocaban en el piso. Al platicar con ellos, vio la pobreza extrema en la que se encontraban, todos carecían de dinero para su mantenimiento y el de sus familias. Con los horarios reducidos y la falta de trasporte optaron por quedarse en el depósito para salir cada mañana a vender helados, pero muchas veces no obtenían ni para comer.